sábado, 9 de enero de 2016

El gremio de la Salud no tiene problemas de seguridad

En el año 1986 nos tocaba estar en el centro de una tormenta sindical junto con mucha gente, era la ocupación de uno de los sanatorios más grandes de nuestro país y la cosa se estaba poniendo brava.
Fue así que la cúpula del movimiento sindical, nuestro PIT CNT, se apersonó en el mismo centro de salud para reunirse con nosotros, ya que los temas centrales y las posibles consecuencias de aquella ocupación eran importantes para todo el Movimiento Obrero y  la caracterización del momento en nuestro país.
Fue en aquel entonces que comprendí las derivaciones de una de las particularidades conocidas de nuestro gremio: Más del 75% de los trabajadores de la salud son mujeres. Ellas integraban, dirigían, militaban y trabajaban en la médula  de aquel enorme huracán de miles de trabajadoras/os y más de cien mil asociadas/os.
Para aquella reunión gremial acudieron figuraras principales del movimiento obrero con el fin de hablar con nosotros, no sabía si darles el informe de la situación antes de pedirles que me firmaran un documento de congreso o un libro de ellos o algún discurso en algún gran acto de masas. Hombres curtidos por la labor proletaria así como la dura lucha gremial que emergía de la dictadura militar. Camaradas dirigentes que recorrían obras, barracas, carpinterías y fabricas metalúrgicas. En la mayoría de los casos el porcentaje de hombres era muy superior al de mujeres, sería por que en aquella ocasión no acudiría un dirigente textil.  
Mientras nos esmerábamos para ser claros y poco extensos en el informe de aquella huelga, cuando nos dirigíamos a aquellos compañeros varias compañeras iban y venían trayéndonos noticias urgentes de los aconteceres de la ocupación. Tanto del “comité gremial” de ocupación, como del “comité de asistencia” de salud de la ocupación.
Debo confesar que en aquel momento tan importante,  no nos dimos cuenta que en alguna momento de nuestro informe, cuando venía o se retiraba alguna compañera, los ojos de aquellos recios y conscientes interlocutores no se dirigían precisamente a nosotros.
No recuerdo en qué momento del informe de porcentaje de adhesión o la actitud de apoyo de los socios a la movilización de mi informe que advertí que Alberto Téleman  me agarró de la mano y me dijo con seriedad.
-Pará un momento botija. Y ahora volvemos a lo que me estabas planteando que es muy importante.
-Sí, no hay problema. ¿Qué pasa?– Le dije recorriendo con la mirada al resto de los compañeros.
-Decime ¿cómo hacen ustedes para militar acá?, porque estas señoritas me están volviendo loco.
Sentí alguna risotada de distensión.
Mi juventud me hizo decepcionar de la grandeza de aquel compañero, sin comprender el mensaje humano que estaba recibiendo o al menos un buen dato de la realidad.
Mucho tiempo después, aproximadamente 30 años más adelante, en una importante movilización del movimiento sindical en la que nuestro querido gremio de la salud se encontraba de cara a los primeros Consejos de Salarios del año,  fue que el PIT CNT resolvió que nuestra columna (la de la FUS)  encabezara la concentración de toda aquella marcha sindical.  
En esa importante oportunidad ocurrió que más de mil compañeras/os de la Salud llenaron más de tres cuadras de la ancha y  espaciosa Avenida del Liberador. Unas siete cuadras atrás se encaramaba el resto de aquel río humano de trabajadores de todo el movimiento sindical con sus pancartas y proclamas, prontos a unirse a nosotros cuando la organización del acto así lo dispusiera.
En la pausa de mitad de camino, desde nuestro comienzo en la “Plaza del Entrevero” hasta el estrado que quedaba por el Palacio Legislativo, que nos esperaba a unas cuantas cuadras, plagado de compañeros de organización y de seguridad así como de periodistas y vendedores de torta fritas y chorizos, fue cuando aproveché a correr con mi celular a sacar algunas fotos a la columna de la FUS aún sin fusionarse con el resto del acto, iluminada por el sol de aquella fría y ventosa mañana que empujaba las pancartas a las compañeras y compañeros, quienes resistían con alegría y cánticos en plena calle, verdadero marco de nuestra lucha por salario y condiciones laborales.
Mientras sacaba unas cuantas fotos como si fuera bueno, para compartir con el gremio en las redes sociales, recuerdo que una compañera veterana se me acercó y me dijo algo que no di importancia en aquel momento.
De noche descargué las fotos tomadas en aquella oportunidad para borrar las muchas malas y seleccionar las pocas buenas y de esta forma compartirlas con los gremios hermanos,  nuestras propias páginas y grupos de celulares.
Fue cuando una de las fotos me llamó poderosamente la atención. Era una de esas imágenes en las que aparecía aquella columna de trabajadores de la salud. Sin embargo era necesario "recortarla" para que saliera solo el centro donde estaba nuestra gente, (como me enseñaron los compañeros de propaganda anteriores a nosotros que decían “que no quede ningún espacio en blanco”) fue cuando advertí  las inmediaciones en las veredas de ambos lados de la avenida Del Libertador (ex diagonal Agraciada), estaba llena de muchachos con casco y con uniformes fabriles "sobrevolando" nuestra columna en la marcha, todos ellos estaban muy lejos de sus columnas donde marchaban sus gremios, muchas compañeras lo notaban y se acomodaban el pelo.
En ese momento comprendí lo que me dijo la vieja Chela de cocina mientras yo estaba sacando fotos, me tomó del brazo y me dijo:
-Querido, vos que siempre verificas que estemos todos, te cuento que la flaca Eloisa de lavadero (el lavadero hacia más de una año que lo habían tercerizado, pero muchos referenciaban  a las compañeras de aquella sección) se fue en una moto con uno de un casco.
-Todo bien Chela, debe haber venido el novio a buscarla.

- Deja quieto muchacho- Me dijo Chela resoplando -ahora de viejo seguís siendo el mismo abombado, pero bueno, ta.  Viste que en las marchas de la  Salud nunca tenemos problema de seguridad, nos cuidan muy bien.

Guillermo Bernengo  junio 2015